Intervención de una puerta anodina en la oficina de Biko para convertirla en una interfaz interactiva, involucrando para ello a todas las personas de la empresa.
Se provocaron diferentes dinámicas de colaboración, tanto de trabajo creativo como de trabajo manual (soldadura, montaje…), para permitir la participación de toda la compañía en la creación de una puerta que representara el día a día del lugar más social de la oficina (la cocina).
La puerta se componía de un vinilo y 145 luces leds, insertadas en un cartón pluma, y con varios sensores de audio y de movimiento para registrar la vida en la cocina: el volumen de la conversación, el número de veces que se abre la puerta, picos de intensidad, horas de mayor concentración de personas…
Dependiendo de la gente que hay tras la puerta, tanto el dibujo LED como los colores varían.